miércoles, 7 de diciembre de 2011

Oh Blanca Navidad

Ya en la calle, fuera de mi nuevo hogar, tras un día cualquiera, dejo que mis pasos me guien a aquella lección  que la vida tiene preparada para mi. Alcanzo pues lo que podría llamarse la plaza del pueblo, lugar donde miles de historias se cruzan, comparten sitio físico, pero pocas se unen. Ahí me encontraba, parado, dejando que el momento me envolviera, intentando recopilar desesperadamente todos los sentidos que mi cuerpo captaba antes de que la fuerte corriente del tiempo se los llevara. La suave brisa, el calor de la gente y, una luz la cual no me resulta familiar. Alzo mi vista, y encuentro el cambio. La navidad ha llegado.
"Oh blanca Navidad" Dice la canción, época que trae alegría al mundo, iluminando los oscuros paseos nocturnos por la polis con luciérnagas de plástico presas de modernas telarañas. Época que a los ojos de los mensajeros deja de morir gente de hambre y  cesa el sufrimiento en el mundo.
Tras esta amarga reflexión, mi mente se llena de recuerdos, de lo que fue mi vida hace unas pocas semanas. Como vi que la actual navidad no surge del polvo de ada ni de bosques encantados. Estos objetos nacen de lugares donde la amargura y la desesperación son el pan de cada día. Lugares donde no hay ventanas por donde pueda entrar la esperanza, lugares donde el trabajo humano es simple moneda de cambio para que la navidad corra. 
Personas corrientes, cada uno con su historia y sus motivos para estar trabajando en estos desoladores parajes que hacen la navidad correr, se reunen diariamente en horribles factorías para ser humillados por supervisores que poco desentonarían en la alemania nazi, y hábiles magnates, maestros de la plusvalía, que su única preocupación es el producto final. 
Esto es en lo que se ha convertido la navidad, en fachada solo eso. En una navidad barroca, cuyos cimientos son desesperados personajes que a cambio de lo mínimo dan su máximo esfuerzo. Personas que, sin creer en la palabra, celebran hipócritamente el nacimiento del horador. Las pesadas necesidades de estos individuos con ligeras conciencias, se apoyan en la espalda de miles de personas que hacen correr la navidad con el sudor de su frente y el sufrimiento de su mente.
Cansado estoy ya, y empiezo a tener frío, a si que rodeado de gente, pero solitario, regreso al hogar, a esperar la llegada de un nuevo día.